Si revisamos en una librería un estante llenos de libros sobre un tema en particular, ¿cómo elegir el que más nos conviene?.
Pocas veces nos detenemos a hacer una prelectura de algunos de ellos; sin embargo, nos dejamos ilusionar por la carátula, su precio (bajo o alto) o algún otro aspecto estético. Menos veces aún, tenemos en cuenta para qué lo estamos consultando y, si nos será de utilidad, como fuente de referencia según nuestra necesidad e interés.
Una situación similar sucede cuando consultamos los nombres de algunos Test e Inventarios disponibles en una página web o en un catálogo especializado.
La curiosidad nos embarga y el simple título del instrumento nos cautiva.
La decisión es obvia pero la decepción es natural, al igual que sucedió con el libro que recién compramos y que quizá nunca avancemos de sus primeras páginas o carezca de utilidad alguna para nuestra asignación.
Las pruebas y los inventarios son concebidos como instrumentos de medición de ciertos aspectos. A diferencia de los “test” que suelen aparecer en las revistas más afamadas para conocer a tu pareja ideal, identificar tu orientación sexual o simplemente saber si eres un triunfador, los instrumentos psicológicos cuentan con un respaldo metodológico riguroso, están basados en alguna teoría con cierta proyección científica y sus tópicos son poco esnobistas y de interés popular.
Ahora bien, en este segmento de los instrumentos psicológicos existe toda una suerte de consideraciones que muchas veces nos sorprendería con el solo hecho de verificar unos pocos datos o, mejor dicho, por la “carencia de algunos datos en particular”. Si se le pregunta al vendedor en una agencia de automóviles nuevos, cuántos caballos de fuerza tiene un determinado modelo que le interesa y él le responde: “bueno exactamente no lo sé, pero todos ellos son importados”, desestime cualquier asesoría adicional y busque algún otro concesionario.
Más allá de un título sugerente, lo que es un muy mal indicio para un instrumento psicológico, necesitamos conocer cosas fundamentales.
En un libro, saber algo sobre su autor nos afina la óptica, así mismo conocer quien diseñó o adaptó el instrumento es un buen primer paso.
Le sigue sondear sobre su alcance y propósito, equivalente a lo que suele colocar cualquier escritor serio en el prólogo del libro o un editor experimentado en la contraportada.
Un paso más avanzado al elegir nuestro libro reside en hojear el índice (su estructura conceptual) y las fuentes de referencia utilizadas, al igual de la fecha de su edición y cuántas reediciones ha tenido a la fecha.
De manera equivalente, los test e inventarios poseen un manual o una ficha técnica sobre sus bondades psicométricas, revisiones y adaptaciones recientes, estudios que lo respaldan y las poblaciones que han servido de referencia para interpretar los resultados que ofrece.
Resulta un punto de duda cuando se omite alguno de los aspectos antes mencionados y se abre la puerta a la especulación sobre tal falta.
En algunos casos las firmas que representan estas herramientas hacen referencia a que tales estudios existen pero son de naturaleza confidencial.
No obstante, son muy sólidos y los avala cierto profesor o PhD de una universidad altamente reconocida de un país del primer mundo, que por algún tecnicismo (legal / administrativo) se reservan su identidad o forma de contactarlo.
Elegir el instrumento que mejor le ayude como recurso, para usted mismo o su empresa, es una tarea que exige tiempo y atención.
Sólo aquéllos profesionales del área que estén dispuestos a ofrecerle información, referencia sobre estudios específicos y asesoría continua cuando así la necesite, será un buen indicio de su garantía y calidad como opción a considerarse.
A título de resumen, los mitos más usuales en la mente de muchos usuarios de instrumentos de evaluación son:
A.- TODO es POSIBLE: cada instrumento tiene un rango y un alcance delimitado. Ello implica que se adecúa a ciertas situaciones y ámbitos con mayor propiedad que otras. El que un instrumento funcione en determinados casos no es garantía de nada, su idoneidad debe ser verificada sistemática y continuamente con grupos de referencia que sean representativos de la nueva condición planteada. (El Índice de Masa Corporal, tan ampliamente utilizado, tiene poco sentido con infantes y deportistas de alto rendimiento).
B.- LA VERDAD VERDADERA: si un test reporta que un candidato es así, es porque así es. Esto último no es cierto. Una prueba tiene capacidad para mostrar, bajo cierta perspectiva, algunos rasgos de un candidato, en un contexto determinado. El título con el que se identifica un instrumento se distancia de la verdadera capacidad del mismo, en muchos casos tan solo hace alusión a su propósito, aun cuando ni remotamente consiga una aproximación razonable del rasgo. (En pruebas de conocimiento, dos resultados aparentemente diferentes – 12 y 16, por ejemplo – en la práctica tiene poca capacidad para diferenciar el verdadero dominio de una persona en un determinado tópico).
C.- TOTALMENTE INFALIBLE: en cualquier ensayo, existe un rango de error o posible variación y el administrador de una prueba tiene que estar consciente de ello. Un buen instrumento reporta el margen de error para poder estimar los riesgos previsibles que permitan fundamentar una decisión al respecto. Por ello, si el puntaje bruto (o resultado obtenido en una prueba) no se compara con un determinado baremo, carece de total sentido. (En ciertos casos, la alta o baja frecuencia de un determinado patrón alude a una debilidad propia del instrumento más que a una condición de la persona, como es el caso de pruebas de habilidad con un acentuado factor cultural en sus reactivos).
La realidad de los hechos advierte que el uso de Pruebas e Inventarios tiene gran utilidad en la práctica. Permite recabar información valiosa y singular sobre un candidato que debe ser contrastada con otros elementos para abarcar un cuadro más completo. Un examen de sangre no exime a uno de orina y, menos aún, el examen clínico del médico tratante. La consistencia en los resultados induce a mayor certeza, la inconsistencia entre ellos, a la necesidad de seguir explorando con mayor detenimiento tal asunto que nos interesa.